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GARIBAY EL HÉROE ORUREÑO

GARIBAY EL HÉROE ORUREÑO
(Crónica)

Por algo más de una hora, la Capital del Folklore de Bolivia, adelantó aquel inolvidable 31 de agosto su Carnaval, considerado como la Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, por la Unesco. Pero en esta ocasión, no para ver por las calles los hermosos trajes de diablo, de moreno o de alguna de las 20 especialidades de danza, sino para recibir al héroe orureño, Héctor Garibay Flores.

Un fin de semana antes, el fondista local participó en la maratón de México, marcando un precedente histórico que por primera vez se inscribió el nombre de Bolivia, en el contexto internacional del atletismo y no solamente con un primer lugar, sino también por romper la hegemonía keniata, que por tradición siempre fueron los que se llevaron los laureles de ese tipo de competición.

El “suizo” marcó 2h08’23”, cuyo registro bajó en algo más de dos minutos el récord anterior que se tenía en la maratón de la ciudad de México.

EL RECIBIMIENTO


Oruro amaneció el jueves 31 de agosto con la expectativa de recibir a su héroe, es así que horas antes de su llegada, mediante las redes sociales, se invitó a los habitantes de la Alta Tierra de los Urus a que se concentraran en las calles Pagador y Adolfo Mier.

Así ocurrió, desde las 09:00 horas, la población se dio cita en aquella dirección, pero no solo ciudadanos de a pie, sino también funcionarios públicos que interrumpieron su cotidiana labor, estudiantes de varios colegios que le pusieron un paréntesis a su aprendizaje para ver al qué a partir de la fecha es un ejemplo para las nuevas generaciones.

Incluso el ejército con una delegación y la Policía también fueron partícipes de la fiesta.

Las calles lucían diferentes, al menos la ruta que se optó para el recibimiento, la gente se agolpó con pancartas de apoyo al orureño, globos y no podía faltar la ondeante Tricolor Nacional, símbolo de la unidad nacional reflejada en el Rojo, Amarillo y Verde.

Aproximadamente a las 10:30 horas, Garibay junto a su entrenadora Nemia Coca, aparecieron en las calles Pagador y Sucre.

Los periodistas que también se dieron cita a tan magno acontecimiento, no dejaron pasar entre sus ojos, aquellas ansias de ver al campeón mundial.

Ni bien lo divisaron, una “avalancha” de cámaras, celulares y micrófonos se fueron sobre Garibay, quien quedó sorprendido por la cobertura.

Inmediatamente el gobernador de Oruro, Johnny Vedia le dio la bienvenida, mientras una banda de música militar, encantaba el ambiente con el segundo himno de los bolivianos “Viva mi Patria Bolivia”, aquella composición de Apolinar Camacho que estruja el corazón de los habitantes de esta tierra, cuando se tiene algún logro internacional.

Las guirnaldas ya elaboradas aparecieron en el cuello de Garibay como de su entrenadora. El tumulto no los dejaba avanzar, ya que todos querían unas palabras del campeón.

La caravana se abrió paso por la calle Pagador pasando la Bolívar; a ambos lados de las aceras estaban estudiantes y ocasionales transeúntes que esperaban verlo. Debido a la muchedumbre, al menos en ese tramo, muchos se quedaron con las ganas de verlo, tapados por los equipos de trabajo de los periodistas, quienes entre pisadas y empujones, retrasaron su avance.

Ante esa situación, Garibay fue subido en hombros, originando que sea más fácil su visibilidad.

Si bien el cielo se pintaba de un celeste majestuoso y el astro rey calentaba el invierno local, de la nada comenzaron a llover pétalos de rosa y mixtura que llegaba a la cabeza del campeón y su comitiva.

Extrañamente la banda de músicos, cambió la cueca por marchas, hecho que no gustó a la afición que exigió ritmos del Carnaval de Oruro, fue algo más de una cuadra que los músicos entendieron el pedido y el ambiente se apoderó de huayños, mecapaqueñas, diabladas y el retorno de la cueca “Viva mi Patria Bolivia”.

La gente entró en éxtasis y comenzó a corear el nombre del atleta orureño, aplausos y una emoción desbordante en el rostro de los asistentes, pintaba esa mañana invernal.

A media cuadra, antes de llegar a las calles Potosí y Adolfo Mier, dos columnas de banderas formadas por la Nacional y la de Oruro, mostraban el imaginario de un pueblo que se vestía de fiesta con una mezcla de civismo.

Garibay era el héroe de una región que anhelaba ese tipo de sentimiento pocas veces visto y que solo el fútbol marcó ocasionalmente, cuando su equipo San José, escribió páginas de gloria en aquella añoranza de victoria.

Un poco antes de llegar a la 6 de Octubre, los organizadores del recibimiento hicieron aparecer una camioneta para poner en lo alto al crédito orureño. La situación se salió de control ya que la algarabía sobrepasó los límites de lo inimaginable.

Los estudiantes de varios colegios que están en el centro de la ciudad saltaban de emoción, sus rostros estaban iluminados y veían al campeón, como si fuese una estrella de Hollywood.

La banda de música del Gobierno Autónomo Municipal de Oruro se unió a la celebración con música del Carnaval. El festejo estaba completo.

De la nada aparecieron varios policías de Tránsito, quienes tuvieron la difícil tarea de abrir campo para el paso de la caravana que siguió su recorrido por la calle Adolfo Mier.

A las 11:15 horas arribaron a la Plaza de 10 de Febrero, aquel icónico lugar que fue testigo mudo del andar de una ciudad, fundada el 1 de Noviembre de 1606 por el oidor español Manuel Castro y Padilla.

La gente estaba hipnotizada y Garibay se daba modos para responder a ese cariño, saludando con la mano izquierda y luego la derecha. Los más osados asistentes se acercaron al vehículo, para robarle un autógrafo al fondista orureño.

Los funcionarios de la Gobernación tuvieron que formar una cadena humana, para que la comitiva llegue sin más retraso a la puerta de la Gobernación, que ese día lucía diferente.

El ídolo había conquistado corazones, la alegría en su rostro era más que evidente, Oruro había logrado coronar a un nuevo héroe, que sin ir a la guerra, derrotó a representantes de cientos de países, que también estaban tras la hazaña de ganar, pero no pudieron ante el esfuerzo del atleta local.

Una vez en la puerta, la comitiva se bajó del vehículo para dirigirse a los balcones de ese edificio patrimonial.

Desde allí se dirigió a su pueblo, comprometiéndose a seguir trabajando para llevar en alto el nombre de su Patria, en los Juegos Olímpicos de Paris 2024, con pocas palabras expresó aquel sentimiento profundo.

Tras saludar al público, Garibay y la comitiva se dirigió hasta el hall de la Gobernación donde recibió reconocimientos, becas y dinero de varias instituciones públicas como privadas.

El maestro de ceremonias cambió el ambiente deportivo por uno político que fue rechazado por los asistentes, presentó el Himno Nacional, cuando instantes después se entonó el Himno a Oruro.

Las autoridades fieles a su estilo levantaron el brazo izquierdo, pero al darse cuenta que la melodía era otra, bajaron uno a uno los brazos, recibiendo un rechazo de los asistentes.

El acto llegó a su fin con sus palabras, que fueron prácticamente una réplica del balcón. La gente no se movía porque quería una foto con su ídolo o por lo menos verlo de muy cerca.

Tras el acto, pasó casi más de media hora cuando Garibay, salió de la Gobernación. La gente aún lo rodeaba y sin querer llegó hasta la esquina de la Plaza en las calles Bolívar y Presidente Montes.

Allí, sus seguidores hizo un alto para “t’ipar” al deportista, es decir colocaron en su pecho, billetes de 100, 50 y 20 bolivianos. Además se sacaron selfies y fotografías, negocio que fue redondo para los fotógrafos comerciales que no perdieron la oportunidad del acontecimiento.

Finalmente, antes de las 13:00 horas apareció un Volkswagen plomo, al cual se subió para desaparecer de la vista de sus fanáticos.

Fue una jornada inolvidable que quedará marcada en el calendario de los orureños y grabada para siempre en la retina de quienes fueron a idolatrar a su campeón mundial, quien seguramente escribiría nuevas páginas de gloria, cuando vuelva a participar en una nueva competición internacional.

Por ahora y quedará marcado en los anales de la historia local, que Garibay inscribió su nombre con letras de oro, en el corazón de un pueblo que coronó con orgullo a su héroe nacional.


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